miércoles, 18 de abril de 2012

Lo que hay detrás de una simple red


Semana intensa para el fútbol. El final de Liga se acerca y la distancia entre los dos equipos que optan al título no es suficiente para vislumbrar un claro vencedor. Las semifinales de Champions ya han empezado y, como no podía ser de otra manera, las polémicas y decepciones (o risas si no jugaba tu equipo ayer) no han tardado en aparecer.

A todo esto hay que sumar la lucha por evitar el descenso, las batallas en las categorías inferiores por ascender, el sueño de algún modesto de entrar en competiciones europeas... En el fútbol como en todo, la primavera la sangre altera. Y esta viene especialmente cargadita. Los más alérgicos que se abstengan de ver el clásico del sábado.

Deporte rey se le llama. Y estoy convencido de que así es. Pero los últimos acontecimientos hacen que más que rey, se haya convertido en el bufón de la corte deportiva. El fútbol siempre ha gozado de esa aureola casi santa que dio nombres como D10s, O´Rey, la Saeta... La lista podría ser interminable. Son muchas las generaciones que se han emocionado, alucinado o llorado con este tipo de jugadores defendiendo un escudo y unos colores, que son más perennes que un jugador u otro. La afición, el alma de un equipo, sabe reconocer a aquellos jugadores que de verdad ven en el bordado que llevan encima del corazón algo más que el sello en su cuenta corriente.

Pero los que mandan en el mundo del fútbol y parece que son los que más lo representan están empeñados en que nos olvidemos de los motivos que han hecho al fútbol el deporte que es capaz de unir a tanta gente en todo el mundo. Que hace que dos jerseys puedan ser tan importantes como la portería del Allianz Arena, que sea el motivo por el que los niños se levantan a las 7 de la mañana los sábados, la excusa para que (barrigas mediante) excompañeros del colegio se sigan viendo 20 años después. En este ejemplo hay una exageración de la realidad bastante grande, pero es un ejemplo de lo que estoy intentando explicar.



Y es que últimamente sólo asistimos a sucesos y declaraciones poco acertadas, que hacen que el espíritu de este deporte se está empobreciendo y que esté empezando a dejar de ser una referencia para los niños. En la Play no pasan esas cosas, ahí sólo es deporte, quizás sea el motivo por el que pasan tanto tiempo delante de sus mandos. Por suerte, aún quedan guerrilleros en la trinchera que son capaces de apreciar la esencia de todo esto.



Probablemente, al protagonista de la siguiente historia le da exactamente igual si uno mea colonia y el otro vomita bilis. Si uno le dirá al hijo de otro que es un sinvergüenza o si el de más allá se estrella ebrio con su deportivo. Si el nuevo tatuaje de esa estrella es motivo de portada en revistas de adolescentes o si el de más allá se pone unas letras chinas en las botas. Lo que quiere es que el escudo que sus jugadores llevan en la camiseta, acabe por encima del rival en el marcador y le sirva como dosis de alegría, de olvido momentáneo a sus problemas, de distensión... O como excusa perfecta para pedirse un refresco.



No nos olvidemos. Lo que de verdad hace grande a este deporte y es capaz de generar alrededor de él toda esta maquinaria, es el gol. El gol a puerta vacía, de penalty, de jugada, de chilena, en propia puerta, para deleitar al público, para deleitarse a uno mismo, lloviendo, nevando, en campos de tierra, de hierba, artificiales, con celebración, sin ella, el de la vergüenza, el de cierre de goleada, el de abrir la lata, el de "nos hemos clasificado", el de "nos ha faltado uno", el que tanto se echa en falta cuando no está y tanto se valora cuando se tiene. En definitiva, cualquiera que traspasa la línea y sacude la red. O al menos, el interior de muchas personas.