martes, 13 de diciembre de 2011

Si no te llamas Dolly

El mundo siempre se divide en dos:

- Hombres-Mujeres.
- Niños-Adultos.
- Madrid-Barça
- Los que saben lavarse los dientes fuera del baño y los que no.
- Etc.

Pero hay una cosa que todos tenemos en común. Es algo que es así para todas las personas, y tú, mi querido lector, no vas a ser distinto: tu llegada a este mundo fue atravesando unas paredes oscuras y viscosas pertenecientes a tu madre. Bueno, a no ser que te llames Dolly, en cuyo caso acepta mis disculpas por la generalización.

Naciste llorando, calvo, desnudo; con apariencia similar a la que tienen las crías de los topos antes de que se las coman las serpientes. Pero había alguien en este mundo (salvando a los médicos y las enfermeras, pero es que cobran por ello) que te aceptó como eras y seguro que lloró de emoción al cogerte en sus brazos. Hubo alguien que te dio a luz (nunca mejor dicho) y que te dio la posibilidad de ser lo que ahora eres: estudiante, publicista, pensionista, acróbata, jugador de bolos o intento de astronauta.

Esta pequeña entrada es un homenaje a todas esas mujeres que han hecho que estemos aquí hoy tú, yo, el que tienes al lado, la vecina de los gatos, el creador de los Simpsons, el que inventó internet, Messi, etc. Un homenaje a las madres.

Y para seguir con la tradición de rematar las entradas con un vídeo, os dejo uno ya viejo pero emotivo de CocaCola. El que la inventó, también salió de una madre. A esa, homenaje doble.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Cuando todos queremos ser argentinos

Tras un parón en el blog, más largo del que me habría gustado, reaparezco esta vez para hablar y mostraros una comparación abismal, o al menos así lo veo yo.

Me encontraba ayer viajando de Madrid a Oviedo para pasar una semana de puente en mi tierra, y a falta de televisión (estaban poniendo una película tan lamentable que no puedo ni recordar su nombre), iba escuchando por la radio el decisivo encuentro entre Rafa Nadal (¡Vamos Rafa!) y del Potro. Es decir, entre España y Argentina.

Y fue entonces cuando me vinieron a la cabeza los spots y las campañas que los patrocinadores de ambas selecciones de fútbol hacen de cara a los Mundiales, Eurocopas, Copa América, y demás festividades futbolísitcas. Es ahí donde los argentinos nos meten un 6-0, 6-0. Cifra periódica pura.

Para mostrarlo de la forma más clara estuve buscando un spot de una conocida marca de coches que patrocina a nuestra selección. No lo he encontrado (quizás es cierto eso de que estamos erradicando el mal en el mundo ). En ese anuncio se motraban a varios jugadores de la Selección ( a la que tantas alegrías le debemos y que venero de forma ablsoluta, una cosa no quita la otra), pasándose en una barrera una televisión de plasma mientras un locutor decía no sé qué estupideces sobre el coche en cuestión. También me vino a la cabeza un anuncio más fácil de encontrar, en el que los niños de un colegio recitan la tabla del uno y en vez de decir números, dicen los nombres de los jugadores de nuestra Selección que ostentan esa cifra en su camiseta. Este sí os lo dejo.




Por el orgullo patrio que siento no voy a poner más ejemplos de lo que considero tomar mortadela con aceitunas cuando puedes pedir jamón de jabugo. Señores de Marketing, creativos, o quien lleve a cabo este tipo de aberraciones: si son patrocinadores del mejor equipo del mundo... Joder, ¡aprovéchenlo!

Siempre que hay una comparación, pones en contraste una cosa con otra. La primera ya está reflexionada, ahora llega la segunda. Y no es más que ver los spots que hacen en Argentina a modo de apoyo a su equipo. Son capaces de ponernos la piel de gallina como si fuéramos todos argentinos. Yo imagino la siguiente situación: varios amigos en la casa de uno de ellos, pocos minutos antes de que los equipos salten al campo. Cada uno con una cerveza en la mano y muchas más en la nevera. Bufandas, camisetas, colillas en el cenicero, nervios. Y en el bloque publicitario previo al partido te ponen lo siguiente:



Así, sí. Después de ver eso, te sientes tan motivado como si fueras a jugar tú el partido. Dejas salir a la luz las sensaciones que sólo el fútbol y pocas cosas más son capaces de provocar. Esas sensaciones no te salen escuchando a un niño repelente en una clase de la posguerra diciendo "Casillas por Casillas, Casillas". Te salen viendo otro ejemplo como este:



A Dios gracias, deportivamente parece que últimamente somos superiores. Que sea por mucho tiempo. Pero va a ser verdad que Dios se comunica más con ellos...