miércoles, 19 de octubre de 2011

Tocó la china...

... Y nunca mejor dicho

 Probablemente muchos de vosotros (hablo como si este blog lo leyeran millones de personas) hayáis visto este anuncio ya. Anuncio por llamarle de alguna forma, yo lo denominaría mejor historia -que personalmente es lo que muchas veces hace que un spot me guste o no.-

Siempre he defendido que los anuncios que más recuerdo e impacto generan en los consumidores son los que cuentan alguna historia. En el fondo seguimos siendo como niños pequeños que se sientan en el parque a escuchar a un cuentacuentos, con la diferencia de que ya no son las manos de un artista escondidas bajo unas marionetas las que captan nuestra atención, sino la famosa caja tonta (a Dios gracias no es Jorge Javier Vázquez el encargado de contarlas).

Uno puede acordarse de determinado giro humorístico, de esa pedazo de tía que buscaba a Jack (como sea el del Titanic lo lleva complicado la buena mujer), de lo mono que era el niño del anuncio ("Hola soy Edu, feliz Navidad" queda fuera de este grupo) o de determinado jingle. Pero lo que realmente hace que una persona recuerde un anuncio y con él la marca que se ha dejado los cuartos en hacerlo (que es el objetivo, no nos engañemos) es que se le cuente una historia que logre empatizar con el consumidor. Que tenga fuerza y que le enganche, que despierte sentimientos en el receptor y que muchas veces acabe siendo éste el que va a buscar estos contenidos.

Esta historia, como os decía, tiene ya varios años y es probable que la hayáis visto. Si es así, cerrar los ojos y escuchar la banda sonora que aunque solo sea por eso ya compensa. Pero me parece un paradigma clarísimo de lo que he decidido contar mientras estoy sentado con las piernas cruzadas frente a la caja tonta esperando que salgan unas manos escondidas bajo unas marionetas. Por favor, que se den prisa.

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